Laberinto
Imagino un laberinto.
Dentro, en un lugar incierto, desconocido para mí,habitas
tú.
Día tras día pongo todo mi empeño en buscarte.
Al amanecer, cuando abro los ojos, dos o tres minutos antes
de que suene el despertador, me veo de pie a la puerta del laberinto. Entro y
me pierdo rápidamente en pasillos estrechos, tropiezo con las esquinas, me
desespero mirando al cielo en busca de alguna señal que me hable de ti.
Después de correr y correr, de correr y de gritar tu nombre,
desesperado, consigo salir del laberinto.
Vuelvo a estar en el mismo lugar, en la puerta.
Luego suena el despertador y me levanto sabiendo que hoy
tampoco volveré a verte.
Saca un sobre del bolsillo. Rápidamente se ve que es una
carta. Tiene sello y está escrito a mano. Se ve arrugada y un poco antigua.
Hace tiempo recibí esta carta. Yo no estaba acostumbrado a recibir cartas
personales. Sólo facturas y publicidad. El buzón no era para mí un lugar
importante. Era un cajón en el que cada día aparecían papeles
por los que no sentía ningún interés. Frecuentemente dejaba sin abrir cartas durante largo tiempo. Era como una especie de venganza. No quería leer: Querido, estimado, apreciado,señor/a, cliente Tanta cortesía por parte de quién me pasaba facturas o quería venderme algo que no necesitaba me parecía casi un insulto.
por los que no sentía ningún interés. Frecuentemente dejaba sin abrir cartas durante largo tiempo. Era como una especie de venganza. No quería leer: Querido, estimado, apreciado,señor/a, cliente Tanta cortesía por parte de quién me pasaba facturas o quería venderme algo que no necesitaba me parecía casi un insulto.
Pero ese día había una carta que alguien se había molestado
en escribirme. A mí. Era personal. No me vendía nada ni me cobraba ni me
trataba de ilustrísima. Supongo que era algún amigo. O quizás no. Nunca lo
supe.
Si me permite.
Abre el sobre y enseña esta cartulina.
Es como si alguien hubiera estado espiando mis
pensamientos durante todo este tiempo.
Mira. El tú está dentro de un laberinto. Pero soy yo
quien tiene que recorrerlo si quiero acercarme a él. Parece que está esperando
que vaya y sin embargo me somete a una
dura prueba. Es el dibujo de lo que imaginaba.
Durante días pensé que era injusto. Si quiere que me
acerque,¿por qué no viene directamente, por qué no me espera abiertamente?,
¿por qué tenemos que complicarnos tanto la vida?.
Pasados unos días caí en la cuenta de que, tal vez, el
tú no había construido el laberinto a su alrededor sino que estaba prisionero
dentro de él. En ese caso,¿quién lo había construido?.
¿Y si el laberinto no existía?, ¿si era un producto de
mi mirada?.
Quiero decir que, probablemente, yo estaba viendo un
laberinto cuando miraba al tú pero que
seguramente a él le pasaba lo mismo cuando me miraba. Es como si nos mirásemos
unos a otros y al hacerlo construyéramos un laberinto; es como si no pudiéramos
vernos limpiamente, sin obstáculos, sin barreras.
Los seres humanos, si no somos ciegos, podemos ver. Y
sin embargo, si se trata de ver a otro ser humano, nunca tenemos la mirada
preparada de antemano. En algún momento perdimos la mirada de la inocencia.
Al principio me invadía una tremenda desazón por no
saber quién me había enviado esta carta. Ahora, cada vez tengo menos interés en
saberlo. Pienso que puede ser cualquier ser humano. Es como si esta carta me la
hubieran enviado todas las personas que voy a conocer en el futuro. Me la
envían para avisarme. Para preparar mi mirada. Para que destruya el laberinto
antes de cada encuentro. De alguna forma es como si esta carta me la hubieras
enviado tú.
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