Por
MaryCarmen Lara Orozco (Makame Lara)
FOTO: Sergio Elefante
El
sábado 26 de mayo, fue un día en que la lluvia vistió a la ciudad de una
atmósfera un tanto gris, pero ello no fue un obstáculo para compartir la
experiencia del teatro. El texto que compartí fue el de Náufragos, el cual
habla sobre la ruptura del diálogo y que hoy en día los silencios se
precipitan, ya no como algo que permita una introspección o reflexión sobre
algo; el silencio hoy en día se caracteriza por el total desprendimiento de
estar en contacto con nosotros mismos y con el otro. La televisión ha sido una
de las grandes falacias de la vida, el problema no es que exista, sino el uso
que le damos y cómo permitimos que se vuelva indispensable en nuestra vida, es
por eso que para esta intervención se utiliza un control remoto, como objeto
que puede simbolizar la mediatez que le damos a nuestros actos/nuestras
vivencias diarias, pero qué pasaría si tomamos el mando (control remoto) lo
desaparecemos de nuestro hogar y comenzamos a enfrentarnos a la libertad de la
vida, al diálogo y a los encuentros inmediatos, para saber más de cómo gira el
mundo a partir de la mirada cercana con el otro.
Realicé
cuatro intervenciones. Mi primer encuentro fue en un camión urbano con una
chica que estudia publicidad y que había ido a un congreso de publicistas,
cuando me dijo eso pensé en la paradoja de la vida, debido a que Náufragos habla de “lo desagradable de
las imágenes o anuncios de la televisión y que cada día van en aumento”. La chica
publicista comentó que le había
gustado mucho el monólogo, que no se había
detenido a pensar en la necesidad de reflexionar sobre el impacto de la
televisión en nuestras relaciones sociales y qué la había dejado pensando sobre
la responsabilidad de su profesión.
FOTO: Sergio Elefante
-Ese
día se fue la luz, nos quedamos sin televisión y fue el día más confortable y
maravilloso que en mucho tiempo no habíamos tenido, realmente pudimos conversar
en familia a la luz de las velas y comer pastel platicando y poniéndonos al
corriente sobre nuestro trabajo, familia, preocupaciones, mi mamá disfrutó
mucho el momento y hoy en día lo recuerdo como una experiencia maravillosa,
quiero seguir retomando esos momentos, hoy me hiciste recordar sobre la
importancia de ello, sobre llegar a mi casa y platicar con mi esposo, sin
prender primero la tele, quizá tenga que esconder el control remoto-.
Mi
tercer encuentro fue a un maestro de filosofía de unos 60 años (en VIPS), el
cual me compartió poemas haikus, los cuales se caracterizan por ser poemas
cortos y hermosos en su simbolismo. Como maestro me comentó que le preocupaba
ver a los jóvenes tan faltos de amor y de diálogo, y que eso se originaba desde
la casa:
-En el hogar pocas veces se conversa, los jóvenes están muy enajenados en el
internet o la televisión. La responsabilidad para el cambio la tenemos en
nuestras manos, cada quien desde nuestra profesión podemos dar una pizquita de
ayuda, las nuevas generaciones debemos de ayudarles para que no sigan con el
sentimiento de la violencia que genera muchas pérdidas y falta de
espiritualidad. El texto Náufragos me encantó, no sabía que existía este tipo
de teatro que alimenta el alma. Felicidades por tan bonita labor-.
Mi última intervención decidí que fuera en un lugar más público, la lluvia había cesado y la gente salía a los parques y a seguir su caminata normal en la zona del centro. El lugar fue el parque Juárez, me acerqué a una señora y le pregunté que si podía actuar para ella, sin ningún costo, solo para compartir un monólogo. La señora con nombre igual al mío: Carmen, se sintió identificada conmigo desde el principio quizá por llamarnos de la misma manera. La intervención y el nombre del texto, le hizo recordar a su padre que fue un náufrago de la segunda guerra mundial, el Sr. Vargas:
-Su nombre lo podrás encontrar en la estela
que hay en la Escuela de la Naval del puerto de Veracruz. Mi padre estuvo a la
deriva en el mar por varios días y lo rescataron, no hubo muchos
sobrevivientes, el éxito de su rescate fue que siempre se apoyaba en sus
compañeros, él fue un héroe, no por haber participado en la guerra, sino por
haber sido un compañero. Necesitamos mucho de estos diálogos para escapar de la
violencia que vivimos día con día, es difícil acercarnos a extraños, a volver a
confiar en un desconocido, hoy me hiciste
recordar a mi padre, me diste un regalo y sembraste un poco de confianza en mí.
¡Gracias!-.
Cierro mi participación con ese GRACIAS, el Teatro Encuentro es una herramienta maravillosa que me ha acercado al amor con el prójimo, a volver a escuchar a las personas que dejan de ser extraños cuando se comparten momentos de diálogo. Espero que en un día no muy lejano podamos saludarnos sin temor, sin desconfianza, sin la mirada prejuiciosa; debemos “aprender a dialogar” para generar el cambio y no volvernos sombras al servicio del individualismo (que es lo que el sistema quiere). Los espacios de convivencia originan una empatía, enriquecen, diluyen ciclos nocivos de indiferencia. La comunicación es posible, solo necesitamos crear la situación para encontrarnos con el OTRO.
FOTO: Sergio Elefante
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