Mira mis manos. Quisiera que fueran ellas las que te hablaran. Son más verdad que mis palabras. Las manos no acostumbran a mentir. Cuando trabajaron lo hicieron sin oponer resistencia, cuando abrazaron lo hicieron sin miedo. Estas manos vieron nacer y ayudaron a morir. Fíjate. Cada pequeña línea ha sido esculpida muy lentamente. Con el paso del tiempo me siento incapaz de reconocer que líneas se dibujaron como una huella de la alegría y cuales aparecieron con un grito de dolor. No importa, todas me pertenecen, juntas definen mi existencia.
¿Sabes? Puedes acostumbrarte a las manos. Naces con ellas y no te das cuenta. Pero un día descubres que ellas lo son todo. Lo que ellas no han tocado no fue. Lo que ellas no han acariciado se perdió, lo que no han agarrado con fuerza se escapó.
Déjame ver tus manos.
(Las mira en silencio, las coge con mucho cuidado)
Hay gente que lee las manos, que cree ver el futuro escrito en ellas. Yo veo en todas las manos lo mismo. ¿Sabes?, tus manos son la prueba de que tú puedes llegar a ser realmente tú. Las manos en el fondo no te
pertenecen. Su posición natural es estar abiertas,su vocación más elemental es arrancarte de ti mismo. Las manos se adelantan por ti, te llevan al encuentro. No se lee en ellas el futuro, ellas te conducen al futuro. Con ellas puedes construirlo.
Perdona. Quizás no debería de decirte estas cosas. Tú eres joven. Quizás sea mejor que lo descubras por ti mismo. Perdona.
(Hace ademán de irse. Piensa.)
Sin embargo, hay algo que sí debo de decir, aún a riesgo de parecer poco educado.
(Le mira a las ojos. Pausa.)
No dejes que te corten las manos.
No te las cortes tú.
Millones de personas con las que te cruzas cada día viven mutiladas. Lo peor es que no lo saben. No nos damos cuenta. Las manos siguen ahí en su sitio pero no comprometen la existencia. Por tanto son manos muertas, incapaces de levantar al caído, incapaces de empeñar su esfuerzo tras las palabras que las provocan, incapaces de arriesgar, de perder por una causa justa. Son manos muertas, que se refugian en los bolsillos, que esconden su ineptitud elaborando gestos histriónicos de autocomplacencia. No son manos sin medida, sin reserva, libres para empujar cuando es necesario. No. Son manos siempre frías, que miden cada movimiento con tal diligencia que rara vez se prestan a la aventura de amar sin condiciones.
Te lo dice un viejo con sus manos desgastadas. No dejes que te corten las manos. No te las cortes tú. De lo que siempre se arrepiente uno es de no haber amado suficiente. Amar con las manos, pensar con las manos, ser a través de las manos. Manos vivas, siempre dispuestas.
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