jueves, 15 de mayo de 2014

Mi abuela

Más tarde o más temprano, venga o no a cuento, sin necesidad de explicarse demasiado vendrá alguien y dirá cualquier obviedad sobre las mujeres. Muchas veces serán las propias mujeres las que nos dirán lo aplastadas que hemos estado a lo largo de la historia y como eso va a cambiar. “Las mujeres debemos dejar de estar abajo”- Dirán- y en nombre de una opresión que normalmente ellas no vivieron arreglarán el estropicio de siglos en un santiamén. Una ley para esto, otra para lo otro ¡Ojo a los hombres!, ¡ojo a los hijos! Una teoría por aquí y un rasgarse las vestiduras por allá.

Mi abuela decía: “Pues si estamos abajo que vengan aquí los hombres. Si subimos nosotras, alguien tendrá que venir abajo”. Es lo que pienso yo también. El único lugar donde nos podamos entendernos es abajo. Pero mi abuela era una mujer pobre y las pobres nunca fueron suficientemente feministas para el gusto intelectual.

Muestra un trapo viejo pero muy cuidado

Esto es lo que he heredado. Un trapo desgastado. Considero un tesoro este viejo trozo de tela porque
explica una vida, también desgastada… y llena de sentido. Siempre me sorprende la alegría de las mujeres que han entregado tanto, a pesar de las humillaciones y las cargas de la vida, para mí tan sobrehumanas.

Sí, ciertamente, las mujeres como mi abuela fueron mujeres aplastadas y a eso no hay derecho. Pero también fueron mujeres sabias, que en las peores condiciones fueron dibujando un itinerario de liberación tremendamente lúcido. “A lo mejor, -pensaba-  todos deberíamos ser trapos” ¡Qué ocurrencia!, ¡trapos!

Y sin embargo; ¡Qué maravilla!

Ver la realidad desde esa humildad permite pensar de otra forma. Siglos de sometimiento encierran un gran aprendizaje. Un esclavo que había luchado toda su vida por la libertad decía que no podía tolerar que otro le limpiara los zapatos. Los demás no lo entendían. Sólo los que realmente se han sentido esclavos desarrollan una sensibilidad exquisita ante la libertad de los demás. Quizás sólo las mujeres pobres, las más humilladas, puedan escribir el pliego de las reivindicaciones sin resignación, sin miedo y sin resentimiento. No las dejaremos, es demasiado peligroso, seguramente escribirían una sólo palabra: Vida.

Ellas, que aceptaron ser trapo, salvaron niños, familias, países enteros. Quizás la humanidad exista gracias a ellas. 

 Moisés Mato
Texto de Teatro encuentro para el Grupo de Investigación Acción (GIA) Lucía Cullen


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