La noche se hace larga,
demasiado larga. Cuando eso sucede los pensamientos se agolpan de
forma sorprendente y uno tiende a convertirse en espectador curioso
de si mismo. ¿Por qué aparecen de forma recurrente determinadas
imágenes?, ¿Por qué se enciende un fuego que parecía apagado y un
rostro de antaño se hace ahora vivo y presente?, ¿Cómo es posible
bucear en los recuerdos y clasificar de nuevo las experiencias
vividas, hasta tal punto que detalles ínfimos cobren en la mente una
importancia desmesurada? La memoria es un misterio. Un misterio que
unas veces parece dominado por una suerte de capricho y otras por una
lucidez implacable. La memoria es amiga cuando, por hacernos un
favor, se desmaya en la amnesia y es una cruel adversaria cuando
decide enfrentarnos al juicio de nuestros actos. En las noches de
insomnio como estas, siempre largas, demasiado largas, temo que la
memoria me haga una mala pasada y me enfrente al espejo de mis
miserias.
Esta noche el pensamiento
que se niega a abandonarme me incomoda sobremanera.
(Saca del bolsillo tres
octavillas en la que se anuncia prostitución)
Estaban en mi coche. Hace
meses que aparecen por todas partes. No recuerdo
donde leí que ahora muchas de las prostitutas son niñas que vienen de otros países. De alguna forma esta es mi pesadilla de hoy. Pienso en una de esas niñas, y también recuerdo un niño que veo revolver en la basura a menudo delante de mi casa. Le he visto tantas veces que hasta le he puesto un nombre. Le llamo Raúl, aunque no sabría explicar por qué. A la niña en la que pensaba también sin darme cuenta le puse un nombre. le llamé María. ¡María! Nada original pero es así como siento que se llama. Y pensaba en los niños que he visto en reportajes en los que se hablaba de esclavitud !Esclavitud en el siglo XXI! y hablan de millones. Alucinante. Como para poner nombre a todos.
donde leí que ahora muchas de las prostitutas son niñas que vienen de otros países. De alguna forma esta es mi pesadilla de hoy. Pienso en una de esas niñas, y también recuerdo un niño que veo revolver en la basura a menudo delante de mi casa. Le he visto tantas veces que hasta le he puesto un nombre. Le llamo Raúl, aunque no sabría explicar por qué. A la niña en la que pensaba también sin darme cuenta le puse un nombre. le llamé María. ¡María! Nada original pero es así como siento que se llama. Y pensaba en los niños que he visto en reportajes en los que se hablaba de esclavitud !Esclavitud en el siglo XXI! y hablan de millones. Alucinante. Como para poner nombre a todos.
Pero a estos dos les puse
nombre y no me los puedo quitar de la cabeza. Empiezo a imaginar sus
vidas. Una niña a la que... eso como se puede llamar. ¡Violación!
Suena fuerte pero si uno lo piensa un minuto no puede encontrar otra
palabra más suave. Violación. Y un niño que es capaz hasta de
sonreír mientras busca en la basura. Le vi sonreír y me pareció
increíble. ¿Cómo se puede jugar y sonreír en esas circunstancias?
Su sonrisa parecía vaticinar una victoria sobre la pobreza, era una
expresión de que la infancia nunca se rinde. María dormiría
asustada, imagino, aprendiendo a pronunciar la palabra infierno
lentamente para hacerse a la idea de que al día siguiente para ella
seguiría sin existir el amanecer. Raúl dormiría rápido intentando
forzar sus sueños y poder darse de esta manera un banquete en una
casa confortable que nunca tendrá. Raúl conoce todos los
contenedores de la ciudad y los puede clasificar de diferentes
maneras en función de lo que pueden ofrecer.
María y Raúl ignoran
que yo les pienso. Se que mañana no voy a querer pensarles. Pero les
puse un nombre ¡maldita sea! y también puedo poner un nombre a sus
circunstancias: Esclavitud, infierno, violación, robo de la
infancia, crimen, ... y también puedo ponerme un nombre a mi en esta
larga noche que mi conciencia se despierta y me acusa: Traidor.
La noche se alarga. No
tengo sueño. Sólo un peso. Pienso que pasaría si fueran mis hijos.
¿Qué haría? Me volvería loco creo. Sería capaz de poner el mundo
patas arriba hasta conseguir que sus circunstancias cambiaran.
Desearía ser un buen padre...
Un padre acostumbra a
poner nombre a sus hijos
(Rompe las octavillas en
mil pedazos de forma compulsiva. Llora)
Les puse un nombre.
Pronto amanecerá.
Moisés Mato.
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