viernes, 13 de febrero de 2015

El regalo
Teatro encuentro escrito por Moisés Mato para ser representado en hospitales.


Se propone la actuación a un paciente. Si acepta salimos de la habitación. La escena comienza entrando apresuradamente.

Uf ¡Qué tarde es! Lo siento, no sé dónde se me ha ido el tiempo. ¿Me perdonas?
Había previsto llegar a la hora pero finalmente todo se complicó.
No sé como explicártelo. Hay días que se va el tiempo sin que una se dé cuenta.
¿Pero me perdonas verdad? Sé que sí...Aunque quizás no deberías.

Mira. Te he traído un regalo. (Se lo da) Ábrelo.
No. Mejor no. No lo abras todavía... No lo abras... No lo abras nunca.

Me estoy liando. Creo que lo estoy estropeando todo. Soy un desastre.
Bueno, ya me conoces. Aunque te aseguro que soy peor de lo que te imaginas.
Es cierto.
¿Y por qué te digo esto ahora? Bórralo, olvídalo. No sé porque digo estas cosas.
No es que sea mentira es que no me parece adecuado. Tú estás aquí, en este lugar, con tus
problemas, y vengo yo y...

Hagamos lo siguiente: Voy a volver a salir y entro de nuevo. Te parecerá una locura pero no te puedes imaginar cuántas veces he deseado tener la oportunidad de poder volver a comenzar algo, especialmente un encuentro personal, con alguien como tú.
Permíteme.


Le pide el regalo. Se levanta y va hacia la puerta.

Te prometo que lo intentaré con todas mis fuerzas.

Sale. Pasados unos segundos entra sonriendo, despacio, esforzándose en parecer calmada.

Hola.

Se acerca y le da un beso en la mejilla.

Llevo un largo rato en el pasillo ¿Sabes? He llegado antes de lo previsto pero no me atrevía a entrar. Pensaba que quizás te sentías débil y necesitabas una palabra fresca, dulce, con la que aliviar tu alma. Y no estaba seguro de tenerla. Recordaba momentos, ¡tantos momentos!, en los que yo me sentía desvalida y me concentré en intentar descubrir qué es lo que esperaba cuando me encontraba en esa situación. Quería darte eso que deseaba que me dieran a mí cuando me hallaba presa del abatimiento. Descubrí lo difícil que resultaba vivir el momento, entregar todo en cada instante, no calcular. Calcular es una forma de entorpecer la amistad ¿Sabes?. Me hice consciente de todo ello y por eso me resistía a entrar.

Pero bueno, aquí estoy. Toma.

Le da el regalo, Le invita a abrirlo y espera a que lo haga.

Son semillas. No parece un gran regalo, ya lo se. Perdona mi torpeza si te sientes desilusionado pero deseaba expresar lo que no alcanzo a comprender pero que intuyo importante en este momento. Pienso en todo el tiempo que he perdido huyendo precisamente del tiempo. Esos tiempos que aparentemente no soplan a favor, que castigan la frágil fe que nos sostiene y no pocas veces socavan la esperanza. Tiempos muertos unas veces y dolorosos otras. Tiempos que quisiéramos borrar de nuestra existencia, … Tiempos malditos que sin embargo nos hacen crecer. Cuando nos derrumbamos por dentro somos más lúcidos, más realistas y también más humildes, alcanzamos una extraña sabiduría que en el momento no apreciamos pero que funda una nueva realidad en nuestro interior. Son como semillas. Semillas de una nueva realidad.

Te vas a reir. Pensé traer tierra, tierra fértil. Y una maceta, grande, muy grande ¿Te imaginas? Y una pala ¡de las grandes! Te iba a proponer plantar las semillas aquí en la habitación. Seguramente dejaríamos todo perdido y nos llevaríamos una buena reprimenda por parte del personal del hospital. Si me hubiera atrevido seguramente me costaría mucho más entrar en la habitación y decirte estas cosas. Seguro que lo liaría todo mucho más, más todavía. ¡Qué desastre!

Te dejo las semillas. Cada una puede tener un nombre diferente. Eso ya es cosa tuya. Yo me quedé con una. Una que llamo valentía. La valentía que necesité para venir a verte y mirarte a los ojos y decirte cosas que no me atrevo a vivir plenamente.

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